Blog - Por mi derecho a usar vestido

Una vez regresando de la Universidad en bicicleta una chica que iba caminando por la banqueta me llamó, me pidió que me quitara los audífonos para escucharla mejor. En mi mente imaginé que me preguntaría por una calle o me diría algo como “Wow, qué valiente eres de rodar entre el tráfico ¿Cómo le haces?”. Pues me equivoqué enormemente… interrumpió mi trayecto para reprocharme: “Oye, mejor ya no te vistas así, nada más los güeyes te andan viendo”. Recuerdo que le cuestioné con mucho enojo si prefería que yo usara un hábito para andar en bici mientras.
Todo el trascurso pedaleando estuve incómoda, me decía constantemente “Taide, tú te puedes vestir como se te dé la gana”. Pero mientras cualquier chiflido sonaba mucho más fuerte y los gritos más nítidos ¿Me habría buscado yo eso? Después de una breve reflexión, entendí que más que los piropos, la que más me ofendió fue esa peatona. Quiero suponer que la verdadera razón de regañarme por mi vestido corto era para protegerme y asegurarme que los hombres lascivos no me vieran. Sin verlo, les dio toda la razón: Vístete con ropa holgada y gris para que no seas un atractivo sexual para los pervertidos que tienen todo el derecho a hostigarte si tú los provocas al enseñar tus piernas.
Debemos aceptar que hay algo realmente enfermo en esa lógica. Como mujer heterosexual he visto hombres que me parecieron muy guapos, que tenían un cuerpo increíble y que si me ponía a fantasear imaginaba muchas cosas. Jamás quise, pensé o deseé decirles algo al respecto, mucho menos a tocarlos ¡Sencillamente nunca se me ha antojado! ¿Por qué? Supongo muchos de los respetuosos hombres que existen se han de preguntar lo mismo ¿Por qué no se me antoja decirle groserías a una desconocida que me parece que se ve bien?
Es cuestión de qué tanto valoras a las personas, yo creo que si una persona me alegró la vista merece respeto y pasarla bien. Las personas que prefieren acosar deben estar tan desesperadas y frustradas que si ven a alguien atractivo en vez de agradecerle, la insultan porque le recuerdan su imposibilidad de acercarse a alguien así. Me acordé de caminar alguna vez frente a una pollería, un trabajador del local me gritó ¡Hola!, yo no respondí por lo que dos segundos después cambió el saludo por “Mamá loca”. Giró de cierta cortesía a total venganza.
Sin duda el acoso debería condenarse porque crea miedo, es una forma de hacer sentir a las víctimas como tales, como seres que están merced del atacante. Pero habría que preguntarnos también por qué la frustración de los hombres ¿Qué presión tienen ellos de tener un contacto sexual aunque sea ficticio? ¿A caso no se les inyecta culturalmente la necesidad de tener pareja, de ser heterosexuales y con ello “dominantes”? Si es una cuestión de reiteración del poder ¿Qué quieren asegurar?
Es imposible que dejemos de juzgar por la apariencia. Finalmente no somos solo mente, somos nuestro cuerpo y nuestra expresividad. Personalmente, me gusta usar colores, los vestidos me son muy cómodos y me agrada verme al espejo usándolos, no porque sea atractiva para los hombres sino porque me veo como me siento por dentro. No pido dejar de ser atractiva a los demás, la estética puede confundirse con la cosificación pero va mucho más allá.
Lo que podemos lograr es cambiar esa mentalidad de que nosotras somos las causantes de la violencia que nos rodea y reitero que no solo por parte de hombre sino de todos aquellos que nos limitan a gozar la vida libremente. Es fácil pensar en Emma Watson que ha sido criticada por una foto sin tapar sus pechos en Vanity Fair, ahora resulta que por ser feminista tiene prohibido verse sexy. Algo similar me sucedió cuando un grupo de compañeras en la carrera empezó a platicar con volumen extrañamente alto sobre ¡Cuánto amaban dejar de estar encadenadas a su closet y ponerse unos pants sin remordimiento alguno! Yo me alegro mucho por su éxito pero me parece lamentable el querer taparnos como si eso nos hiciera mejores. Usando vestidos o pantalones, tacones o crocs, debemos defender nuestro derecho a ser como queramos ser y usar lo que nos guste, sin que nos juzguen desde una estética estrecha y evidentemente sin que nos ataquen.
Colaborador del Laboratorio
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