Blog - Lo que los guppies dicen del comportamiento humano

Lo que los guppies dicen del comportamiento humano
Diversas ciencias han intentado estudiar la naturaleza del comportamiento humano cuando se relaciona entre los de su especie; en un caso particular, la ciencia política y la sociología han sido permeadas por ideas y desarrollos teóricos sobre la bondad o maldad natural del ser humano que puede representarse a grandes rasgos con la visión hobbesiana o rousseauniana del tema. Aún así, estos desarrollos, analizados con la (injusta) ventaja que da la retrospectiva, carecían de un método falsable (lo que significa que no se podían ni comprobar ni refutar).
La persona que lee esto podría pensar que la tambaleante validez de afirmar que los seres humanos somos “buenos [o malos] por naturaleza” ha sido totalmente denunciada entre los estudiantes de estas disciplinas. A pesar de esto, es común escuchar en las discusiones universitarias y los salones de clase argumentos mal fundamentados en dicha afirmación. La dificultad para la comprobación empírica de estas ideas radica en las implicaciones bioéticas de estudios controlados con personas.
En las nuevas tendencias de las ciencias sociales para analizar transdisciplinariamente un problema, la biología nos puede dar una pista para poder dirimir esta controversia. En el año 2007, Ben Chapman, Ashley Ward y Jens Krause realizaron un estudio (link al estudio) sobre la habilidad de aprendizaje social con guppies (sí… aquellos pececillos que algunos de nosotros solíamos tener en nuestras casas). Esta investigación nos proporciona elementos muy valiosos para entender las interacciones entre ejemplares de una misma especie y su desarrollo anterior.
El concepto de aprendizaje social [social learning] que estudiaron los investigadores es muy sencillo: se refiere a que “los individuos que carecen de información acerca de su entorno local pueden aprender de otros individuos que tengan más información dentro de la misma unidad social” (p. 923). Es la habilidad de las especies aprender de los demás y de enseñar a los demás.
El experimento consistió en criar a dos grupos de guppies en condiciones distintas de densidad poblacional, algunos en tanques con pocos ejemplares de la especie y otros con muchos ejemplares. Después de un determinado tiempo, eran puestos en tanques con separaciones y dos caminos que tomar; uno que llevaba a una zona de alimentación y otro a una zona que no contenía nada. Evaluaban tres variables principales: si los peces nadaban en grupos, la tendencia de los individuos que no conocían el tanque a seguir a uno que ya había sido entrenado para saber dónde estaba la comida y la tendencia de los guppies a seguir el camino correcto al alimento después de retirar al espécimen que se los había enseñado.
Los resultados son reveladores: los peces criados en grupos de menor densidad exhiben una tendencia significativamente mayor a nadar en grupo, a seguir más rápido al pez demostrador y a tomar el camino correcto cuando los dejaban solos. Las habilidades de aprendizaje social eran mayores en los peces cuyo entorno local era de menor densidad poblacional. Al intentar explicar estos resultados, los investigadores proponen que los guppies que se desarrollaron en densidades mayores experimentan una intensidad mayor en la competencia y actúan de manera más agresiva (a pesar de que las condiciones de alimentación estaban aseguradas para todos por el experimento mismo).
A pesar de ser cierto que extrapolar lo que es verdadero para los guppies hacia nuestra especie no es lógicamente válido, no podemos negar que la concentración de más personas en las ciudades de todo el mundo es una explicación plausible al comportamiento individualista que prevalece en la mayoría de los casos. Las nuevas orientaciones de las habilidades para “competir” en el mercado laboral, la limitada difusión del conocimiento y la individualización de las personas en las ciudades al punto que no conocemos a nuestros vecinos lo demuestran.
La enseñanza más importante que nos han dado los guppies a los que aprendemos ciencias sociales es el énfasis en la plasticidad del comportamiento social de las especies; en otras palabras, “la importancia del entorno social en el desarrollo de un comportamiento grupal” (p. 924). Esta posibilidad implicaría que existe un falso debate entre si el hombre es bueno o malo de manera natural, pues son las estructuras y condiciones sociales específicas que construyen un comportamiento social determinado.
La próxima vez que usted escuche quejarse a su compañero de trabajo de que todos los humanos somos egoístas, simplemente porque le ganaron su lugar de estacionamiento, respire profundamente e imagínese nadando en las paradisíacas playas de Trinidad y Tobago, dónde extrajeron a los pequeños pececillos que demostraron el flagrante error de su colega.
Colaborador del Laboratorio. Polítólogo y economista de la UNAM con interés particular en temas de pobreza, desigualdad y relaciones laborales.
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