Blog - ¿Yo prefiero realmente el lago?

Poco después de la victoria de López Obrador para presidente, las redes sociales viralizaron el hashtag #YoPrefieroElLago, una campaña lanzada por el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) que desde el 2001 ha luchado contra la construcción del un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México. Ahora, 4 años después de avances de construcción de la terminal aérea, el tema toma revuelo por la consulta ciudadana, que más allá de criticada legitimidad que el ejercicio pueda tener, obliga a reflexionar qué tanto se puede salvar y si vale la pena intentarlo. Hay dos caras de la moneda: la inevitable necesidad de otro aeropuerto y los daños ambientales y políticos de la zona de Texcoco.
Por un lado, es una realidad que el actual aeropuerto internacional es insuficiente para la demanda presente y futura de viajes aéreos, tanto turísticos como comerciales, la opción de quedarse solamente con las terminales actuales no está disponible. Además ya se empezó la construcción de un nuevo aeropuerto en el que además de miles de millones de pesos, se le ha invertido millones de toneladas de materiales extraídos de otros ecosistemas que con la cancelación se convertirían en cascajo inútil y de cualquier manera se haría otro aeropuerto que demandaría igualmente dinero y materiales.
Por el otro lado, las comunidades aledañas al lago (San Salvador Atenco, Acuexcomac, Tocuilac y San Felipe) llevan lustros siendo hostigados para imponerles un proyecto que no solo rechazó su participación sino que los llevó a enfrentamientos violentos con grupos como Antorcha Campesina por la apropiación de tierras y ya se empiezan a notar los estragos ambientales de la modificación de esa zona que claramente terminará por secar el lago artificial Nabor Carrillo que, si bien ya tiene zonas secas, constituye un refugio de fauna y un cuerpo de agua importante para el suministro de varias comunidades.
Profundicemos un poco en las dos opciones que brinda la consulta, la primera opción es mantener la construcción del aeropuerto en Texcoco. Desde el tema ambiental, durante los últimos cuatro años se han explotado varias minas de tezontle y basalto para consolidar la tierra sobre la que se levantan las pistas y terminales, para terminar su construcción se necesitarán otros cerros explotados más y aunque se dice que tres kilómetros son suficientes para evitar repercusiones con el lago, lo más seguro es que terminará secándose, cuestión que añadiría más pérdida de riqueza biológica que cada vez se pierde más.
También es verdad que al quedar abandonado el actual aeropuerto existe una oportunidad de hacer un buen rescate de esa zona y un cambio importante en el oriente de la Ciudad de México. El área del Benito Juárez es de 710 hectáreas, más grande que Ciudad Universitaria y que el Bosque de Chapultepec, por lo que un proyecto integral de rehabilitación sustentable que descentralizara polos importantes de la ciudad sería como abrir un nuevo pulmón a la urbe, tanto ecosistémico como social para reactivar el oriente metropolitano. Por supuesto que también es bien probable que esa “rehabilitación” sea en realidad nuevos centros comerciales y oficinas, la forma de rescatar espacio favorita de nuestras autoridades.
Sin duda el punto más complicado es el de los pueblos impactados y el FPDT, si se continúa con la construcción en Texcoco, estos pueblos habrán perdido finalmente la lucha de varias décadas. No se puede ignorar que esos grupos también están divididos y hay quienes creen que el impacto de esa urbanización sería positivo por los empleos y nuevas condiciones que se crearían alrededor del aeropuerto. No obstante, en general sería un fuerte pisotón de lo urbano sobre lo rural que resiste.
Ahora la segunda opción: la expansión de la terminal de Santa Lucía. De quedarse con el aeropuerto actual y añadir una sucursal en el norte de la zona metropolitana se salvaría lo que queda de Texcoco, no habría más daño a las aves que ahí residen ni se secaría más uno de los pocos lagos que circundan la ciudad. Se esperaría que se invirtiera en recuperar todo lo que por 4 años se destruyó y tal vez no solo eso, se esperaría que se invirtiera en verdaderamente realizar el proyecto de conservación que se tenía planeado desde hace décadas para que realmente funcione como pulmón en la ciudad. El proyecto tampoco es una solución sustentable, nada que implique aviones lo es. Otros tantos cerros serían explotados salvando otros varios más, las toneladas de material utilizado sería desechado y sería necesario conseguir otras tantas más.
Santa Lucía es una opción austera que podría quedar corta a largo plazo pero al final es sin duda es menos costosa en recursos naturales. Se concesionaría las nuevas edificaciones de Santa Lucía, cuyos estudios de impacto y viabilidad aún no son del todo claros pues hay quienes dicen que no se podrían operar los dos aeropuertos al mismo tiempo por riesgos de cruce de trayectorias y problemas de visibilidad, otros afirman que es perfectamente viable. Este tema deja nublado un buen análisis de la opción.
Al fin descansarían las comunidades del FPDT pero otras saltarían con la nueva construcción que no se queda en Santa Lucía sino en Querétaro donde trasladarían la terminal militar y posiblemente otras tantas que se verán afectadas cuando la nueva terminal quede saturada.
En este humilde panorama de la situación no se tocó tanto el tema del presupuesto y esto tiene una razón. Sea la que sea la opción que sea, se va a gastar muchísimo dinero y poco importa si el gasto se hace correcta o incorrectamente; si el aeropuerto de Santa Lucía se hace mal pues será un derroche fracasado, de igual manera si la nueva administración gestiona adecuadamente la construcción de Texcoco será una inversión exitosa.
Finalmente un nuevo aeropuerto se hará, se gastarán miles de millones de pesos y miles de millones de toneladas de materiales y energía disipada, no hay proyecto sustentable ni libre de posible corrupción o éxito posible. El punto es reflexionar sobre las oportunidades y entender que no hay opción buena o mala, hay diferentes actores beneficiados y perjudicados. Las aves, los árboles y el lago son al final recursos de los que se sirve la política según le convenga.
Colaborador del Laboratorio
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